jueves, 19 de febrero de 2015

La Vida Eterna: ¿Todavía existe? ¿Estamos perdidos?


Así se titula uno de los capítulos del libro bestseller del Papa Juan Pablo II, "Cruzando el Umbral de la Esperanza". Es la estimulante pregunta que le hace el Periodista Vittorio Messori. "El Paraíso, el Purgatorio y el Infierno ¿todavía existen? ¿Por qué tantos hombres de la Iglesia nos comentan continuamente la actualidad y ya casi no nos hablan de la eternidad?".

El Papa comienza su respuesta refiriendo al Periodista a un Capítulo de la Declaración Lumen Gentium del Concilio Vaticano II (ver más adelante). Pero le dice: "Usted muestra que en la práctica pastoral este planteamiento en cierta manera se ha perdido, y tengo que reconocer que, en eso, tiene usted algo de razón".

"Recordemos que, en tiempos aún no muy lejanos, en las prédicas de los retiros o de las misiones, los novísimos (muerte, juicio, infierno, gloria y purgatorio) constituían siempre un tema fijo del programa de meditación, y los predicadores sabían hablar de eso de una manera eficaz y sugestiva. ¡Cuántas personas fueron llevadas a la conversión y a la confesión por estas prédicas y reflexiones sobre las cosas últimas!".

"Además, hay que reconocerlo, ese estilo pastoral era profundamente personal: 'Acuérdate de que al fin te presentarás ante Dios con toda tu vida, que ante Su tribunal te harás responsable de todos tus actos, que serás juzgado no sólo por tus actos y palabras, sino también por tus pensamientos, incluso los más secretos'. Se puede decir que tales prédicas, perfectamente adecuadas al contenido de la Revelación del Antiguo y del Nuevo Testamento, penetraban profundamente en el mundo íntimo del hombre. Sacudían su conciencia, le hacían caer de rodillas, le llevaban al confesionario, producían en él una profunda acción salvífica" (JP II, Cruzando el Umbral de la Esperanza, 1994).

Como vemos por la respuesta del Papa Juan Pablo II, la pregunta del Periodista Messori es muy pertinente. Entre los predicadores de las cosas últimas han habido muchos Santos. Por ejemplo, San Vicente Ferrer, a fines del siglo XIX tomó el tema del Juicio Final como centro de su predicación y con ello conmovió a Europa entera. San Roberto Belarmino, Doctor de la Iglesia, a mediados del siglo XVI predicaba también en Europa sobre el final y sus predicaciones fueron recogidas por escrito en un libro titulado "Las últimas cuatro cosas: muerte, juicio, cielo e infierno".

Para ver el tipo de predicación usada, he aquí un extracto del libro Preparación para la muerte, cuyo autor es San Alfonso María de Ligorio: "Mas ya comienza el Juicio, se abren los procesos, que serán la conciencia de cada uno. Sentóse a juzgar -dice Daniel- y se abrieron los libros (Dn. 7, 10) ... Testigo será, finalmente el mismo Juez, que ha presenciado todos los ultrajes que le ha hecho el pecador. Yo soy Juez y también testigo, dice el Señor (Jer. 29, 23). Y San Pablo añade que el Señor en aquel momento sacará a la luz las cosas escondidas en las tinieblas (1 Cor. 4, 5). Hará público delante de todos los hombres los pecados de los condenados, aun los más secretos y vergonzosos

... Descubriré tus infamias ante tu misma cara (Nah. 3, 5). Opina el Maestro de las Sentencias (Pedro Lombardo, siglo XII) y con él otros teólogos, que los pecados de los elegidos no serán entonces declarados, sino que permanecerán ocultos, como dice David: "Bienaventurados aquéllos cuyas iniquidades han sido perdonadas y cuyos pecados han sido encubiertos (Sal. 31, 1)".

El autor de Imitación de Cristo trata así el tema del Juicio: "Mira al fin en todas las cosas, y de qué suerte estarás delante de aquel Juez justísimo, al cual no hay cosa encubierta, ni se amansa con dádivas, ni admite excusas, sino que juzgará justísimamente. ¡Oh ignorante y miserable pecador! ¿Qué responderás a Dios, que sabe todas tus maldades?".

El Concilio Vaticano II (1960-1965) no se queda atrás al tocar las realidades últimas. La cita que el Papa mencionaba a Messori se titula Indole Escatológica de la Iglesia Peregrinante y su unión con la Iglesia Celestial (LG 48). De este capítulo extraemos algunas líneas: "La Iglesia ... no alcanzará su consumada plenitud sino en la gloria celeste, cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas (cr. Hech. 3, 21) y cuando, junto con el género humano, también la creación entera ... será perfectamente renovada en Cristo (cf. Ef. 1, 10; Col. 1, 20; 2 Pe. 3, 10-13) ... Y como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según la amonestación del Señor que velemos constantemente, para que, terminado el único plazo de nuestra vida terrena (cf. Heb. 9, 27), merezcamos entrar con El a las bodas y ser contados entre los elegidos (cf. Mt. 25, 31-46), y no se nos mande, como a siervos malos y perezosos (cf. Mt. 25, 26), ir al fuego eterno (cf. Mt. 25, 41) a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes (Mt. 22, 13 y 25, 30). Pues antes de reinar con Cristo glorioso, todos debemos comparecer ante el Tribunal de Cristo para dar cuenta cada uno de las obras buenas o malas que haya hecho en su vida mortal (2 Cor. 5, 10); y al fin del mundo saldrán los que obraron el bien para la resurrección de vida; los que obraron mal para la resurrección de condenación (Jn. 5, 29; cf. t. 25, 46)".

Sin embargo, a pesar de lo claro que ha sido el último Concilio con respecto de las cosas últimas, el Papa Juan Pablo no dudaba en afirmar lo siguiente: "El hombre de la civilización actual se ha hecho poco sensible a las 'cosas últimas' ... La escatología se ha convertido, en cierto modo, en algo extraño al hombre contemporáneo". Por lo que responde de la siguiente manera al Periodista Messori: "Reconociendo las buenas razones de su pregunta, hay que responder honestamente que sí: el hombre en una cierta medida está perdido, se han perdido también los predicadores, los catequistas, los educadores, porque han perdido el coraje de 'amenazar con el infierno'. Y quizá hasta quien los escuche haya dejado de tenerle miedo". (JP II, Cruzando el Umbral de la Esperanza, 1994).

¿Estamos perdidos?

Con todo lo expuesto a lo largo de estos capítulos, hemos tratado de dar a nuestra vida en la tierra su justa significación y su justa medida para no "estar perdidos" ni en el tiempo, ni en el espacio. Decíamos en uno de los capítulos iniciales que los hombres y mujeres de hoy parecemos andar por esta vida sin rumbo y sin medida del tiempo, ya que no sabemos hacia dónde vamos al final de esta vida en la tierra y, además, no sabemos medir el tiempo de aquí con reloj de eternidad.

En efecto, la vida en la tierra es sólo una preparación para la otra Vida, la que nos espera después. Y esa preparación es muy corta, cortísima, si la comparamos con la medida de la eternidad, la cual es infinita. Y como preparación que es esta vida, debe servirnos justamente para eso: para prepararnos. Y estar preparados significa, como decía San Francisco de Sales: vivir cada día como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra. Pensar que en cualquier momento de cualquier día, puede sobrevenirnos el final: el momento de presentarnos ante Dios a dar cuenta de los pensamientos, palabras, obras y omisiones que tuvimos durante nuestra vida aquí en la tierra.

Nuestra esperanza es llegar al Cielo y a la resurrección para la Vida, prometida por Cristo para aquéllos que le amen y hagan la Voluntad del Padre. Debemos, entonces, vivir cada día haciéndonos merecedores de esa esperanza de Cielo y de resurrección, de manera que cuando nos llegue el día más importante de nuestra vida -aquél de nuestro encuentro definitivo con el Señor- podamos ser contados entre sus elegidos.

Que así sea.

miércoles, 18 de febrero de 2015

¿Quiénes son los ángeles?

Juan XXIII, el "Papa bueno", cómo le llamaba la gente, comentó en cierta ocasión: «Siempre que tengo que afrontar una entrevista difícil, le digo a mi ángel de la guarda: Ve tú primero, ponte de acuerdo con el ángel de la guarda de mi interlocutor y prepara el terreno. Es un medio extraordinario, aún en aquellos encuentros más temidos o inciertos...». 

Este ejemplo tan sencillo introduce nuestra reflexión sobre la existencia de los ángeles. 

Los ángeles son seres espirituales creados por Dios por una libre decisión de su voluntad divina. Son seres inmortales, dotados de inteligencia y voluntad. 

Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados por los sentidos. En algunas ocasiones muy especiales, con la intervención de Dios, han podido ser oídos y vistos materialmente. La reacción de las personas al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, el profeta Daniel y Zacarías. 

En el siglo IV el arte religioso representó a los ángeles con forma o figura humana. En el siglo V se les añadieron las alas como símbolo de su prontitud en hacer la voluntad divina y en trasladarse de un lugar a otro sin la menor dificultad. En la Biblia encontramos algunos motivos para que los ángeles sean representados como seres brillantes de aspecto humano y alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que un "como varón", Gabriel, volando rápidamente, vino a él (8,15-16; 9,21). Y en el libro del Apocalipsis son frecuentes las visiones de ángeles que claman, tocan las trompetas, llevan mensajes o son portadores de copas e incensarios; otros que suben, bajan o vuelan; otros que están de pie en cada uno de los cuatro ángulos de la tierra, o junto al trono del Cordero. 

La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser sus mensajeros, cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Son mediadores, custodios, protectores y ministros de la justicia divina. 

La presencia y la acción de los ángeles aparece a lo largo del Antiguo Testamento en muchos de sus libros sagrados. Aparecen frecuentemente también en la vida y enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, en las cartas de San Pablo, en los Hechos de los Apóstoles y principalmente en el Apocalipsis. 

Con la lectura de estos textos, podemos descubrir que: 

Los ángeles nos protegen, nos defienden físicamente y nos fortalecen al combatir las fuerzas del mal. Luchan con todo su poder por nosotros y con nosotros. Como ejemplo tenemos la milagrosa liberación de Pedro que fue sacado de la prisión por un ángel (Hech 12,7ss) y cuando el ángel del Señor detuvo el brazo de Abraham para que no sacrificara a Isaac. 

Los ángeles nos comunican mensajes del Señor importantes en determinadas circunstancias de la vida. En momentos de dificultad, se les puede pedir luz para tomar una decisión, para solucionar un problema, actuar acertadamente, descubrir la verdad. Como ejemplo tenemos las apariciones a la Virgen María, San José y Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los ángeles. 

Los ángeles cumplen las sentencias de castigo del Señor. Como ejemplo tenemos el castigo de Herodes Agripa (Hechos de los Apóstoles) y la muerte de los primogénitos egipcios (Ex 12,29). 

Los ángeles presentan nuestras oraciones al Señor y nos conducen a Él. Nos acompañan a lo largo de nuestra vida y nos conducirán, con toda bondad, cuando muramos, hasta el Trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. Éste será el último servicio que nos presten, pero el más importante, pues al morir no nos sentiremos solos. Como ejemplo de ello, tenemos al arcángel Rafael cuando dice a Tobías: "Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor" (Tob 12,12-16). 

Los ángeles nos animan a ser buenos. Ellos ven continuamente el rostro de Dios, pero también ven el nuestro. Debemos tener presentes las inspiraciones de los ángeles para saber cómo obrar correctamente en todas las circunstancias de la vida. Como ejemplo de esto, tenemos el texto que nos dice: "Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente" (Lc 15,10). 

¿Qué nos enseñan los ángeles? 

- A glorificar al Señor, proclamar su santidad y rendirle sus homenajes de adoración, de amor y de ininterrumpida alabanza. 

- A cumplir con exactitud y prontamente todas las órdenes que reciben del Señor. A cumplir con la voluntad de Dios sin discutir sus órdenes ni aplazando el cumplimiento de éstas. 

- A servir al prójimo. Están preocupados por nosotros y quieren ayudarnos en las diversas circunstancias que se nos presentan a lo largo de la vida. Esto nos debe animar a servir generosamente a nuestros hermanos y a compartir con ellos penas y alegrías y los dones que nos ha dado Dios. 

Nota acerca de los demonios o ángeles caídos 

Dios creó a los ángeles como espíritus puros, todos se encontraban en estado de gracia, pero algunos, encabezados por Luzbel, el más bello de los ángeles, por su malicia y soberbia, se negaron a adorar a Jesucristo, Dios hecho hombre, por sentirse seres superiores y así rechazaron eternamente a Dios con un acto inteligente y libre de su parte. 

Luzbel, llamado Lucifer, Diablo o Satán y los ángeles rebeldes que le siguieron, convertidos en demonios, fueron arrojados del Cielo y fueron confinados a un estado eterno de tormento en donde nunca más podrán ver a Dios. No cambiaron su naturaleza, siguen siendo seres espirituales y reales. 

Lucifer es el enemigo de Dios, a quien Jesús le llama "el engañador", "el padre de la mentira". Su constante actividad en el mundo busca apartar a los hombres de Dios mediante engaños e invitaciones al mal. Quiere evitar que lo conozcan, que lo amen y que alcancen la felicidad eterna. Es un enemigo con el que se tiene que luchar para poder llegar al cielo. 

Los demonios se encuentran organizados en jerarquías, tal y como fueron creados en un principio, subordinados los inferiores a los superiores. 

Satanás y sus demonios comenzaron sus maléficas acciones con Adán y Eva y no se dan por vencidos en su labor. Aprovechan la inclinación del hombre hacia el mal por su naturaleza que quedó dañada después del pecado original. Son muy astutos, disfrazan el mal de bien. 

¿Por qué dedicar dos días del año litúrgico a los ángeles? 

Es muy fácil que nos olvidemos de la existencia de los ángeles por el ajetreo de la vida y principalmente porque no los vemos. Este olvido puede hacernos desaprovechar muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los ángeles. Por esta razón, la Iglesia ha fijado estas dos festividades para que, al menos dos días del año, nos acordemos de los ángeles y los arcángeles, nos alegremos y agradezcamos a Dios el que nos haya asignado un ángel custodio y aprovechemos este día para pedir su ayuda. 

Cuida tu fe 

Actualmente se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden "angelitos" de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres. Hay que tener cuidado al comprar estos materiales, pues muchas veces dan a los ángeles atribuciones que no le corresponden y los elevan a un lugar de semi-dioses, los convierten en "amuletos" que hacen caer en la idolatría, o crean confusiones entre las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles. 

Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses. No son lo único que nos puede acercar a Dios ni podemos reducir toda la enseñanza de la Iglesia a éstos. No hay que olvidar los mandamientos de Dios, los mandamientos de la Iglesia, los sacramentos, la oración, y otros medios que nos ayudan a vivir cerca de Dios.

martes, 17 de febrero de 2015

¿QUÉ ES LA "TEOLOGÍA"?

Etimológicamente llegamos pronto al fondo de esta palabra: está formada THEOS (zeós), que junto con Dóminus (El Señor) pasó a convertirse de nombre común que era, en el nombre propio de Dios; y -logía, derivado de LOGOS (lógos), que significa estudio, tratado, conocimiento, especialidad; análogo a tantas decenas de palabras referentes a carreras y profesiones que acaban en -logía. Así, por analogía con las palabras construidas según la misma fórmula, hay que entender por teología en primer lugar el estudio, la especialidad universitaria que versa sobre Dios, y luego el ejercicio de esa especialidad. Teólogo sería el que aplica los conocimientos de esta carrera a su profesión de "cura de almas" o simplemente "cura", del mismo modo que el oftalmólogo aplica los conocimientos de la oftalmología a su profesión de "curador" de ojos. Léxicamente el teólogo es anterior a la teología: en efecto, se conoce por ZELOGOI (zeológoi) en la historia de la filosofía, a los poetas que como Hesíodo y Orfeo precedieron a los primeros filósofos jonios; incluso a éstos extendía Aristóteles la calificación de teólogos. Tienen éstos en común, que explican el mundo como obra de los dioses, o que asignan carácter divino a los principios de los que surge o sobre los que se forma el mundo. Y lo hacen siempre de forma poética, sin obligarse a ningún rigor científico.

Desde el momento en que el cristiano puede encontrar a Dios hasta en las cacerolas, que decía Santa Teresa, se hace difícil definir (ponerle fronteras y límites) a la teología; porque en un sistema teocéntrico es muy difícil que algo esté fuera de Dios. Del mismo modo que en el sistema solar es legítimo ver los planetas como elementos del mismo sol (como lo son los electrones del átomo) sumergidos en él, pero no en su núcleo que no lo resistiríamos, sino en su aura luminosa, del mismo modo en cuanto Dios atrae e ilumina todo lo que existe, en especial la actividad del cristiano, es difícil saber dónde termina Dios y dónde empieza el hombre, que se postula también como centro del universo. Para describir la teología, lo más práctico es enumerar los adjetivos con que se acompaña. Está claro que la teología dogmática se ocupa preferentemente de Dios (hay en ella muchas cosas que atañen al hombre); en cambio la teología moral se ocupa del hombre, del comportamiento humano según los preceptos de Dios. He ahí, pues, al hombre ocupando un espacio importante en la ciencia de Dios. A partir de esta primera división de la teología, que no está toda ella ocupada por Dios, ni mucho menos, se dan otras divisiones y especialidades, como pastoral, litúrgica (en el ámbito de los conocimientos prácticos); natural, filosófica, especulativa, escolástica, revelada, positiva (en el orden de los conocimientos teóricos); ascética y mística (desde el punto de vista de las vivencias personales). Como definición globalizadora, un poco en el orden de la profesión de fe musulmana (Alá es Alá, y Mahoma su profeta), hay que asentar como gran pilar de la teología cristiana, que Dios es primer principio y último fin de todas las cosas (el Alfa y la Omega), en especial del hombre, y que incumbe a la teología revelada determinar de qué modo accederá el hombre a ese fin. A partir de aquí, o se hace un desarrollo de este principio, para conocer el alcance de la teología, o nos quedamos en la fe del carbonero; porque es explicarlo todo, absolutamente todo, a través de este prisma.

Mariano Arnal

lunes, 16 de febrero de 2015

Las ocasiones de pecado en el noviazgo

Responde el P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E. 

Pregunta:

Acabo de leer su tema acerca de '¿Son pecados las caricias en el noviazgo?'. Yo tengo esa experiencia en este momento. Tengo un novio que llegamos a casi tener relaciones sexuales; aunque los dos sabemos muy bien que es malo, se nos hace muy difícil evitarlo. Ya no sabemos como dejar de hacerlo. Prometimos que ya no lo íbamos hacer y continuamos en lo mismo. Le agradecería que me ayudara a solucionar esta situación. Mi familia es bastante católica y yo me críe en esos principios, pero no se que me paso, y me arrepiento y lloro le digo que fue a iglesia y me siento muy pecadora. Ya no sé que hacer. Ayúdeme.  

Respuesta: 

Si uno tiene realmente intenciones de no volver a pecar, ante todo debe evitar las ocasiones de pecado; y si no les posible evitar las ocasiones porque son 'necesarias' (por ejemplo, si vienen por el ambiente en que se trabaja y no puede dejar el trabajo) entonces debe convertir las ocasiones próximas de pecado en ocasiones lo más remotas posibles. Sobre lo que Usted me pregunta: 

1º debe convencerse que no es imposible evitar el pecado; 

2º no lo logrará si no corta las ocasiones: no se exponga a pecar, ya que Usted sabe que débil ante la tentación; 

3º nunca logrará vencer las tentaciones si no comienza; al principio parece un sacrificio más grande de cuanto lo es luego que la virtud es practicada varias veces; 

4º la gracia de Dios jamás le faltará; 

5º encomiéndese a la Virgen Santísima, pero Usted ponga de su parte todo lo que hay que poner. Se trata de buscar la gracia divina y -conjuntamente- educar la voluntad en la virtud. 

viernes, 13 de febrero de 2015

Miércoles de Ceniza

¿Qué significan las cenizas? 

El uso litúrgico de las cenizas tiene su origen en el Viejo Testamento. Las cenizas simbolizan duelo, mortalidad y penitencia. Por ejemplo, en el Libro de Ester, Mardoqueo se viste de tela de saco y se cubrió de cenizas cuando supo del nuevo decreto del Rey Asuero (485-464 antes de Cristo) de Persia que condenaba a muerte todos los judíos en su imperio. (Est 4:1). Job (cuya historia fue escrita entre el s. VII y V antes de Cristo) mostró su arrepentimiento vistiendo tela de saco y echándose cenizas (Job 42:6). Daniel (circa 550 antes de Cristo), al profetizar la captura de Jerusalén por Babilonia, escribió, "Volví mi rostro al Señor, Dios, buscándole en oración y plegaria, en ayuno, saco y ceniza" (Dan 9:3).

En el s. V antes de Cristo, luego de la prédica de Jonás, el pueblo de Níneve proclamó un ayuno y todos se vistieron de tela de saco, incluyendo al Rey, quien además se levantó de si trono y se sentó sobre cenizas (Jon 3:5-6). Estos ejemplos sacados del Viejo Testamento demuestran la práctica establecida de utilizar las cenizas como símbolo (algo que todos comprendían) de arrepentimiento.

Jesús mismo hizo referencia al uso de las cenizas. Respecto de aquellos pueblos que rehusaban arrepentirse de sus pecados, a pesar de que habían visto milagros y habían escuchado la Buena Nueva, nuestro Señor dijo: "¡Ay de ti, Corazaím; ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ti, mucho ha que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia. (Mt 11:21).

La Iglesia, desde los primeros tiempos, continuó la práctica del uso de las cenizas con el mismo simbolismo. En su libro, De Poenitentia, Tertuliano (c. 160- 220 después de Cristo), prescribió que un penitente debiera "vivir sin alegría en tela de saco áspera y cenizas". El famoso historiador de los primeros años de la Iglesia, Eusebio (260- 340 después de Cristo), relata en su libro La Historia de la Iglesia, como un apóstata de nombre Natalis se presentó con vestimenta de saco y con cenizas ante el Papa Ceferino, para suplicar el perdón Se sabe que en determinado momento existió una práctica que tenía al sacerdote echando cenizas sobre la cabeza de quien tenían que hacer penitencia pública. Se echaban las cenizas al penitente salir del confesionario

En la época medieval, ya para el s. VIII, aquellas personas que estaban por morir eran acostadas en el piso sobre una tela de saco rociada con cenizas. El sacerdote bendecía al moribundo con agua bendita diciéndole: "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás".

Después de rociar al moribundo con agua bendita, el sacerdote le preguntaba: "¿Estas conforme con la tela de saco y con las cenizas como testimonio de tu penitencia ante el Señor en el día del juicio?". El moribundo contestaba: "Sí, estoy conforme". Se pueden apreciar en todos estos ejemplos que el simbolismo de la tela de saco y la de las cenizas servían para representar los sentimientos de aflicción, y arrepentimiento e intención de hacer penitencia por pecados cometidos contra el Señor y su Iglesia.

Con el pasar del tiempo, el uso de las cenizas se adoptó como señal del comienzo del Tiempo de Cuaresma; el periodo de preparación de cuarenta días (excluyendo los domingos) antes de la Pascua de Resurrección.

El ritual para el Día de las Cenizas ya formaba parte del Sacramental Gregoriano. Las primeras ediciones de este sacramental datan del s. VII.

Hace alrededor de mil años, un sacerdote anglosajón de nombre Aelfric, predicó lo siguiente: "Leemos en los libros de la Vieja Ley y en la Nueva, que aquellos hombres que se arrepentían de sus pecados se cubrían de cenizas y cubrían sus cuerpos con tela de saco. Hagamos pues este poquito durante el tiempo de ayuno en la Cuaresma para mostrar arrepentimiento de nuestros pecados".

En nuestra liturgia actual del Miércoles de Cenizas, utilizamos cenizas hechas de los ramos de palma distribuidos el año anterior el Domingo de Ramos. El sacerdote bendice las cenizas y las impone en la frente de cada fiel haciendo la Señal de la Cruz y diciéndole: "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás" o "Arrepiéntete y cree en el Evangelio.

Debemos prepararnos para el comienzo de la Cuaresma comprendiendo el profundo significado detrás de las cenizas que recibimos. Este es un tiempo para examinar nuestras actuaciones pasadas y lamentarnos profundamente de nuestros pecados. Sólo así podremos volver con sinceridad nuestros corazones al Señor, quien sufrió, murió y resucitó por nuestra salvación. Este tiempo nos sirve además para renovar nuestras promesas bautismales, cuando morimos a una vida pasada y comenzamos una nueva vida en Cristo. Finalmente, conscientes que las cosas de este mundo son pasajeras, tratemos de vivir ahora y con firme esperanza en el futuro y la plenitud del Cielo.

¿Por que los católicos prenden velas?

Las velas son un sacramental utilizado en la liturgia y en la religiosidad popular. Las velas son un signo de la luz que disipa las tinieblas. La vela es un símbolo de Dios, el dador de vida y la luz del mundo.
Se utilizan velas en la administración de los sacramentos, la Santa Misa, la exposición del santísimo, funerales y otras ceremonias.

El cirio pascual se bendice en la Vigilia de Pascua, hecho de cera pura de aveja representa el cuerpo de Jesucristo, la luz de la vela simboliza su naturaleza divina. Lleva las marcas de las 5 llagas de Cristo. Se enciende en todas las misas durante la temporada de pascua y durante todo el año en bautismos y funerales. En los bautismos se enciende una vela con el fuego del cirio pascual y se le entrega al recién bautizado (o a sus padres) como símbolo de la luz de Cristo que reciben y deben mantener brillando siempre. 

En la fiesta de la Presentación, que es también la Purificación de la Virgen María (2 de febrero) se bendicen velas y por eso se le llama "Candelaria". 

¿Por que los católicos prenden velas?

La costumbre de encender cirios en las procesiones y ante las imágenes de Cristo, María Santísima y los santos es un signo muy antiguo que nos recuerda que Jesús es la luz del mundo y todo el que está en El comparte esa luz. La vela es un símbolo de ofrenda espiritual, de nuestra devoción que continúa mas allá de nuestra presencia física en el lugar santo. 

Nuestra devoción a María Santísima y los santos es una expresión de nuestra comunión en el Cuerpo Místico de Cristo (comunión de los santos). 

Jesús: "Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas". -Juan 12,46

Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. -Mateo 5,14-16.

Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad. -Lucas 11,35

jueves, 12 de febrero de 2015

Sábado o Domingo?



* EL MANDAMIENTO

Los Adventistas del Séptimo Día nos acusan a los católicos de haber cambiado el precepto bíblico del descanso sabático al domingo, sustituyendo así la enseñanza divina con preceptos humanos. ¿Es esto verdad?

La Biblia lo dice claramente: "Y acabó Dios en el día séptimo su obra que hizo y descansó el día séptimo de toda su obra que había hecho y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios toda la obra creadora..." (Génesis 2, 2-3).

Este día, el último día de la creación, donde Dios había terminado su obra creadora fue declarado día Santo y día de descanso en el Monte Sinaí; el día para recordar la alianza de Dios con su pueblo. "Recuerda el día del sábado (sabbath = descanso) para santificarlo. Seis días trabajarás, pero el día séptimo es día de descanso para Yahvé, tu Dios. No harás ningún trabajo..." (Exodo 20, 8,10).

Este es un mandamiento y todos los cristianos debemos cumplirlo. Pero no basta saber de memoria las citas bíblicas, es necesario entenderlas.

* QUE SIGNIFICA ESTE DIA?

Último día de la creación. 
El día del descanso es "bendecido" y "santificado" por Dios, o sea, separado de otros días para ser, entre todos el "día del Señor". Es un día para ocuparnos de las cosas santas y no de las profanas, trabajar sería "profanar" el día santo (Dies Dómini n.16).

Día de liberación.
El sábado se establece como ley de liberación en el Monte Sinaí (Deuteronomio 5, 15). Yahvéh quiere que los judíos festejen el día de su liberación y del poder de Dios.

Día santo y santificado por Dios.
El día del descanso es "bendecido" y "santificado" por Dios, o sea, separado de otros días para ser, entre todos, el "día del Señor". Es un día para ocuparnos de las cosas santas y no de las profanas, trabajar sería "profanar" el día santo (Dies Dómini n.14).

Día consagrado a Yahvé.
El Señor del sábado es Yahvé, los judíos lo llamaban el día de Yahvé, el día consagrado a Yahvé (Lee: Exodo 16, 23- 25).

* ¿SABADO O DOMINGO?

Cuando el Adventista te dé las citas anteriores, dile: "¡Te felicito! Ya lo sabía. Eso dice el Antiguo Testamento ¿Y qué dice el Nuevo?". El error de los Adventistas está en leer el Antiguo Testamento = AT, ignorando el Nuevo Testamento = NT que nos anuncia cinco "Novedades". 

1ª NOVEDAD: Jesucristo es el Señor del sábado.
Los judíos se enfadaban con Jesús porque trabajaba en sábado sanando a las personas. Lee: Marcos 3, 1. Jesús se defiende afirmando que él es "el Señor del sábado". Lee: Marcos 2, 23-28. Con su ejemplo, el Señor nos enseña que el sábado debemos trabajar haciendo el bien a los demás, porque la caridad no tiene fechas, y está por encima de los demás mandamientos.

2ª NOVEDAD: El domingo es el día de la fe, para confesar que "Jesús es el Señor".
Jesucristo al declararse Señor del sábado, se adjudica además un título divino, por eso los fariseos querían matarlo. El domingo es el día en que los cristianos confesamos la divinidad y el señorío de Cristo; en ese día Tomás confesó su divinidad y señorío: "Señor mío y Dios mío" (Lee: Juan 20, 26-28). Al cambiar el día de culto, confesamos a Jesús como Dios y Señor del tiempo y de la historia.

3ª NOVEDAD: Dios sigue trabajando.
El AT dice que Yahvé descansó de toda obra creadora, PERO el NT nos dice que Dios sigue trabajando: "Mi Padre sigue trabajando y yo también trabajo ¿y qué?". Lee: Juan 5, 17. Si sigue trabajando, quiere decir que la obra de Dios no se acabó el sábado. El pecado de Adán introdujo desorden en el mundo y era necesario un día más de trabajo y un nuevo día de descanso.

4ª NOVEDAD: Un nuevo día.
El AT dice que el séptimo día es el último de la creación, PERO el salmista anuncia un nuevo día, el octavo día:"Este es el día que ha hecho el Señor". Lee: Salmo 118, 24. Con Cristo se inaugura un tiempo nuevo y definitivo (Dies Domini n. 18). Él es el Alfa y el Omega, y como el domingo es el día primero de la semana y el último de la creación la Biblia lo llama y la Iglesia lo proclama: El día del Señor (Lee: Apocalípsis 1, 8 y 10).

5ª NOVEDAD: Nueva Creación.
El AT dice que Dios terminó toda su obra creadora, PERO el profeta predice una nueva creación. Lee: Isaías 65, 17.
¿Cual es la Nueva Creación? La nueva creación inicia con la resurrección de Cristo porque él es el primer nacido de entre los muertos, él es el principio de esa nueva creación (Lee: Colosenses 1, 18).

Por eso San Pablo llama a Cristo "Adán" (1Corintios 15, 45) porque Cristo es el primer hombre de la nueva creación. "Pues si por un hombre vino la muerte (Adán) también por un hombre (el nuevo Adán) vino la resurrección de los muertos" Lee: 1 Corintios 15, 21-22-45.

El sábado no era sólo para descansar sino para recordar las maravillas de la creación. El domingo es el Nuevo Día para recordar la Nueva Creación realizada en Jesucristo. (Dies Domini n. 16 -17).



* ¿QUIEN CAMBIO EL SABADO?

Lo cambió Dios Padre porque él sigue trabajando y restauró su obra desordenada por el pecado con una "nueva creación" en Cristo (2 Corintios 5, 17). Resucitando a Cristo, el primero de todos, inauguró la nueva creación y esto lo hizo el domingo, el día del sol, a la salida del sol (Lee: Marcos 16, 2 y 9).

Lo cambió Dios Hijo. Los judíos convocaban la asamblea el sábado. Pero Cristo convoca la asamblea con sus apóstoles el domingo (Juan 20, 19). Se reúne a partir el pan con los discípulos de Emaús en ese día, (Lucas 24, 13-35) y espera hasta el siguiente domingo para manifestarse a Tomás. Lee: Juan 20, 26. 

Lo cambió el Espíritu Santo. El AT dice que Dios santificó el sábado, pero el NT atestigua que el día de la santificación es domingo, porque Cristo concedió el Espírtu Santo a su Iglesia en ese día, (Lee: Juan 20, 22-23), y Pentecostés también ocurrió en domingo, cincuenta días después del sábado de la Pascua judía. Lee: Hechos 2, 1.

Lo cambió la Iglesia de Cristo. La fe en la resurreción es el origen y fundamento de la fe cristiana (Dies Domini n.2), por eso los apóstoles escogieron el domingo para tener la fracción del pan y celebrar la fe en Cristo resucitado (Lee: Hechos 20, 7).

El apóstol Juan, recordando esta costumbre, llama a este día "el día del Señor" (Lee: Apocalipsis. 1, 10).

* LO QUE ENSEÑA LA IGLESIA

"El primer capítulo del Génesis, al concluir la narración de la creación, dice que Dios cesó "en el día séptimo de toda labor que hiciera. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó" (Génesis 2, 2-3). El "shabbat", el sábado bíblico, está vinculado con el descanso de Dios. Si los cristianos celebramos el día del Señor el domingo, es porque en este día tuvo lugar la resurrección de Cristo, que es el cumplimiento de la primera creación y el comienzo de la "nueva creación". En Cristo se realiza plenamente el "descanso" de Dios. Estudia detenidamente la encíclica de Juan Pablo II Dies Domini.

"El domingo se ha considerado el "dies Christi", porque está relacionado con el recuerdo de su resurrección. En efecto nuestro Señor resucitó el "primer día después del sábado" (Juan 20, 1), y ese mismo día las mujeres encontraron el sepulcro vacío. El evangelio narra que Jesús fue reconocido por María Magdalena, acompañó a los dos discípulos de Emaús, se manifestó a los Once que estaban reunidos y se les apareció de nuevo al domingo siguiente, venciendo la duda del incrédulo Tomás. Cincuenta días después tuvo lugar Pentecostés. Así el domingo es el día de la fe, día en que los creyentes contemplando el rostro del Resucitado, están llamados a repetirle como Tomás: "Señor mío y Dios mío" y a revivir en la Ecuaristía la experiencia de los Apóstoles cuando el Señor se presentó en el cenáculo y les comunicó su Espíritu" Juan Pablo II.

* ESTE ES EL DIA!

Por eso el domingo es el día en el que la Iglesia, como Juan en Patmos, escucha la palabra de Dios.

Es el día en el que, como Tomás, los cristianos nos ponemos de rodillas y profesamos nuestra fe en Cristo: "Señor mío y Dios mío" (Lee: Juan 20, 26-28). 

Es el día en el que, como los discípulos de Emaús, nos encontramos con Cristo realmente presente en la fracción del pan, (Lee: Lucas 24, 30) y recordamos la promesa que el Resucitado nos hizo a los cristianos: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28, 20).

El primer día de la semana Dios creó la luz, pero, para los cristianos, la verdadera luz del mundo es Jesucristo y por eso celebramos el domingo, el día sin ocaso, el día eterno, el día del Señor (Dies Dómini n. 26).

* ¿SOMOS CRISTIANOS O JUDÍOS?

Los Adventistas, al negarse a celebrar el día del Señor, el díes Dómini o domingo, niegan la importancia central de la victoria de Cristo resucitado; rechazan la nueva creación realizada en Cristo; se apartan de la fe cristiana y se ponen del lado de los judaizantes que, al inicio de la Iglesia, querían conservar las fiestas y el sábado judío. San Pablo dice
que todo eso, que prescribía el Antiguo Testamento, era sombra de lo venidero (Lee: Colosenses 2, 16-17).

Esto nos revela el error más frecuente entre los protestantes, que leen y citan el Antiguo Testamento como si el Nuevo no añadiera ni cambiara nada y por eso no atinan , se confunden y nos quieren confundir. Lo que extraña es por qué, si defienden tanto que el sábado es el día de descanso, se quedan el domingo a ver televisión en vez de irse a trabajar.