Orar es un deber cristiano. Es buscar el encuentro con Dios abriéndonos al poder del Espíritu Santo, el maestro de la oración.
"Pero vosotros, queridos, edificandoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna" (Epístola de San Judas, versos 20-21).
Querido hermano católico, cuánta riqueza tenemos a nuestro alcance al momento de orar. Tenemos por ejemplo la posibilidad de orar con los santos, como dice el Apocalipsis:
"Y la nube de perfumes, con las oraciones de los santos, se elevó de las manos del ángel hasta la presencia de Dios.". (Ap 8, 4)
Nos dice San Pablo: "Quiero, pues, que en todo lugar donde los hombres estén orando levanten al cielo manos limpias de todo enojo y discusión" (1Tm 2,8) La oración debe ser una práctica diaria, nuestro ejercicio preferido, pues es para la eternidad. "Los ejercicios deportivos no es que sirvan de mucho; la piedad, en cambio, es útil fuera de toda discusión, pues Dios le prometió la vida, tanto la presente como la futura. " (1 Tm 4, 8)
Pero preguntémonos. ¿Le creemos al Señor? ¿Cuántas veces no hemos oído su promesa: "Pues donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy yo, en medio de ellos." (Mt 18,20)? Créele a Jesús. En cierta oportunidad nos reunimos en el trabajo a orar por unos compañeros que habían sido secuestrados, algo espantosamente frecuente en Colombia, mi país, e inmediatamente fueron liberados para Gloria de Dios. ¡Cuán maravilloso eres Señor, cuando nos acercamos a ti con la humildad debida! Tú nos lo dijiste: "Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡con cuánta mayor razón el Padre de ustedes, que está en el Cielo, dará cosas buenas a los que se las pidan! " (Mt 7,11) Eso sí, sin vacilaciones:
"Si alguno de ustedes ve que le falta sabiduría, que se la pida a Dios, pues da con agrado a todos sin hacerse rogar. El se la dará. Pero hay que pedir con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar que están a merced del viento. Esa gente no puede esperar nada del Señor, son personas divididas y toda su existencia será inestable." (St 1, 5-8)
En resumen:
"Entonces, todo lo que pidamos nos lo concederá, porque guardamos sus mandatos y hacemos lo que le agrada." (1 Jn 3, 22)
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