La Revelación de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La revelación de Dios como misterio trinitario constituye el núcleo fundamental y estructurante de toda la fe de la Iglesia. Pero antes de introducirnos al tema es necesario que tengamos en claro el significado del primer tópico de esta materia: misterio.
El primer Concilio Vaticano ha explicado el significado del término misterio en teología formulando que un misterio es una verdad la cual no somos capaces de descubrir sino que es una Revelación Divina, pero la cual, aún cuando ha sido revelada se mantiene "escondida bajo el velo de la fe y, como quien dice, introducida en un sobre por una especie de oscuridad" Desde esta base, concebida como raíz de todo el desarrollo de la teología trinitaria, podemos entender mejor esta característica fundamental de un Dios que es UNO y TRINO.
El misterio de la Santísima Trinidad.
El misterio de la Santísima Trinidad consiste en que Dios es uno solo y en Él hay tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Este misterio nos ha sido revelado por la Persona, palabras y acciones de Jesucristo. Después de haber hablado por los Profetas, Dios envió a su Hijo, Jesucristo, quien nos dio la Buena Nueva de la salvación. Este es el mensaje del Nuevo Testamento. Con sus palabras y acciones, y especialmente en su sagrada Persona, Jesús nos dio a conocer las más profundas verdades acerca de Dios. La Trinidad es el misterio más profundo.
Desde los primeros tiempos, como tal, el misterio de las tres Divinas Personas, ha sido razón y fundamento de los concilios primitivos, quienes iluminados por la fe del pueblo y el trabajo apostólico de los Padres de la Iglesia, surgían para definirlo en materia de fe y para defenderlo luego de quienes pretendían deformarlo.
El Concilio de Toledo, ya en el año 675 nos acerca una definición aproximada de la Santísima Trinidad al decir: “…
"Padre", "Hijo", "Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo".-
El Concilio de Letrán, en el año 1215, nos dice:
Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede".
El misterio de la Santísima Trinidad, antes que doctrina ha sido evento salvador. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando su amor; introduciendo y transformando el devenir de la historia. El Nuevo Testamento, nos muestra con claridad una estructura trinitaria actuando en conjunto en la salvación. La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia absoluta al Padre mostrada por Jesús, quien por amor se entrega a la muerte; y la actualización perenne de su acción salvadora es obra del don del Espíritu, quien después de la Resurrección es enviado por Jesús de parte del Padre y habita en el creyente como principio de vida nueva, configurándolo con Jesús en su cuerpo, que es la Iglesia.
Esta verdad revelada ha estado desde los orígenes, en la raíz de la fe viva de la primera comunidad cristiana haciéndose presente, principalmente, en el acto del bautismo, y en la expresión de fe del mismo Bautismo encuentra su plenitud. “…Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo.”
De allí surgen también, las diferentes profesiones de fe, que la misma historia de la Iglesia y sus representantes fueron enriqueciendo a través de los años para llegar al hoy tan recitado y profesado CREDO Apostólico.
Ya en nuestros días, el magisterio de la Iglesia, resumido en el Catecismo de la Iglesia Católica nos acerca la siguiente definición como dogma de fe :
La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial". Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza". "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina".
Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia".
En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación. "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo".
"Conocer el misterio de la Santísima Trinidad, nos involucra y compromete para adquirir ciertas actitudes en las relaciones humanas:
"la perfectísima unidad de las tres Personas divinas, es el vértice trascendente que ilumina toda forma de auténtica relación y comunión entre nosotros, seres humanos"
No se trata de que queramos entender el misterio de la Santísima Trinidad, esto es imposible. Jesús nos reveló ese misterio para mostrarnos el modelo de lo que deben ser las relaciones humanas de los cristianos.
La Iglesia universal nos invita a "glorificar a la Santísima Trinidad".No hay mejor forma de hacerlo que revisando las relaciones con nuestros hermanos, para mejorarlas y así vivir la unidad querida por Jesús "que todos sean uno" .
Honramos a la Santísima Trinidad siempre que tomamos conciencia de que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo están presentes en nuestra alma. Le honramos asimismo cuando tratamos de entender con la ayuda de la fe que por el Bautismo estamos llamados a íntima unión de amor con las tres divinas Personas.
Nicolás Adrián Peirone.
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