sábado, 31 de enero de 2015

ORACION



Orar es un deber cristiano. Es buscar el encuentro con Dios abriéndonos al poder del Espíritu Santo, el maestro de la oración.

"Pero vosotros, queridos, edificandoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna" (Epístola de San Judas, versos 20-21).

Querido hermano católico, cuánta riqueza tenemos a nuestro alcance al momento de orar. Tenemos por ejemplo la posibilidad de orar con los santos, como dice el Apocalipsis: 

"Y la nube de perfumes, con las oraciones de los santos, se elevó de las manos del ángel hasta la presencia de Dios.". (Ap 8, 4) 

Nos dice San Pablo: "Quiero, pues, que en todo lugar donde los hombres estén orando levanten al cielo manos limpias de todo enojo y discusión" (1Tm 2,8) La oración debe ser una práctica diaria, nuestro ejercicio preferido, pues es para la eternidad. "Los ejercicios deportivos no es que sirvan de mucho; la piedad, en cambio, es útil fuera de toda discusión, pues Dios le prometió la vida, tanto la presente como la futura. " (1 Tm 4, 8) 

Pero preguntémonos. ¿Le creemos al Señor? ¿Cuántas veces no hemos oído su promesa: "Pues donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy yo, en medio de ellos." (Mt 18,20)? Créele a Jesús. En cierta oportunidad nos reunimos en el trabajo a orar por unos compañeros que habían sido secuestrados, algo espantosamente frecuente en Colombia, mi país, e inmediatamente fueron liberados para Gloria de Dios. ¡Cuán maravilloso eres Señor, cuando nos acercamos a ti con la humildad debida! Tú nos lo dijiste: "Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡con cuánta mayor razón el Padre de ustedes, que está en el Cielo, dará cosas buenas a los que se las pidan! " (Mt 7,11) Eso sí, sin vacilaciones:

"Si alguno de ustedes ve que le falta sabiduría, que se la pida a Dios, pues da con agrado a todos sin hacerse rogar. El se la dará. Pero hay que pedir con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar que están a merced del viento. Esa gente no puede esperar nada del Señor, son personas divididas y toda su existencia será inestable." (St 1, 5-8)

En resumen:

"Entonces, todo lo que pidamos nos lo concederá, porque guardamos sus mandatos y hacemos lo que le agrada." (1 Jn 3, 22)

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