lunes, 29 de diciembre de 2014

ADIVINOS Y PROFETAS DE HOY




Abelardo Hernández

Introducción 

Hemos sostenido en la Sociedad EVC -y de ahí nuestro lema "INSTRUCCIÓN RELIGIOSA Y EUCARISTÍA"- que la falla principal del católico mexicano es la ignorancia religiosa. No solamente muchos católicos han apostatado de la Fe de los Apóstoles y se han adherido a múltiples iglesias y sectas protestantes, sino que vemos por todos lados los efectos de la corrupción que envenena nuestra sociedad. Y a todo esto se añade un fenómeno que en pleno tercer milenio debería haber sido superado hace siglos. Siguiendo el viejo dicho de que "el que no conoce a Dios, ante cualquier palo se hinca", proliferan ahora creencias y actitudes que un católico instruido considera absurdas. 

En el número 4 del año 17 de la revista MUY INTERESANTE, el mes de abril de 2000 fue publicado un artículo escrito por Don. Abelardo Hernández con el título. "TESTIGOS DEL FUTURO" que aborda el tema de los que pretenden adivinar o predecir el futuro, tanto de la humanidad como de cada uno de nosotros. 

La Sociedad EVC, con el permiso de la Editorial Televisa presenta a sus asiduos lectores dicho artículo por considerarlo en realidad MUY INTERESANTE, bien documentado y no exento de sentido del humor. Han sido incluidos algunos subtítulos para hacer la lectura más fácil. 

TESTIGOS DEL FUTURO 

Más de la mitad de la población mexicana cree que su destino está en alguna parte. Así no es de extrañar que en este país proliferen tantos adivinos y profetas. 

Busca en la India. 

Si quieres conocer tu futuro, incluso la fecha de tu muerte, no tienes más que rastrear las doce Bibliotecas del Destino que existen en la India. En ellas se custodian cientos de miles de hojas de palma donde se supone que están codificados, en trazos minúsculos de una escritura con 5,000 años de antigüedad, los destinos vitales de todos los habitantes de la Tierra. Lógicamente, la interpretación de estos textos arcanos no está al alcance de cualquiera, sino que se trata de una sabiduría que pasa de padres a hijos desde hace generaciones. Cómo identifican estos iniciados la hoja de palma que corresponde a una persona en concreto, forma parte del secreto. 

Futurólogos fallidos. 

También existen adivinos cuyas predicciones afectan a toda la humanidad. El pasado 11 de agosto del 99, una bola de fuego -que posteriormente se identificó con la estación orbital MIR- caería sobre París causando millones de muertos. La declaración del modisto de origen español Paco Rabanne el verano anterior constituyó un perfecto ejemplo de profecía apocalíptica. Sobre todo porque, como todas, no se cumplió. Unos cientos de personas pertenecientes a la asociación Mierda para el Apocalipsis gritaron al día siguiente sus burlas ante las puertas de su establecimiento parisino... La MIR continuó en órbita y el mundo siguió rodando aquí abajo. 
Nadie sabe por qué el fallido profeta hizo coincidir su vaticinio con el suceso astronómico más popular de 1999: el eclipse solar del 11 de agosto. "No se han encontrado evidencias científicas de que exista ninguna relación entre los eclipses y las catástrofes naturales", aseguró en un comunicado el gobierno de México. Y no fue una declaración oficial gratuita. Existía un miedo disculpable porque en México se había producido un terremoto el 15 de junio, y otro el 31 de septiembre, seguidos por tremendas inundaciones que casi sepultan el país en una ciénaga de agua y barro. Y como en muchas partes del mundo, el eclipse había desatado de nuevo los terrores milenaristas. 

Como si quisiera darles la razón a los profetas que vaticinaban el fin del mundo, este pasado año hubo grandes terremotos en Turquía, Atenas y Taiwan. Son manifestaciones que utiliza la Tierra para demostrar que es un planeta geológicamente vivo. Pero tampoco precedieron al fin del mundo. 
Otro temor apocalíptico vino de los bombardeos de la OTAN sobre las tropas serbias en Bosnia. Cuando el presidente ruso, Boris Yeltsin amenazó con enfrentarse a la Alianza Atlántica, los fantasmas de la guerra se levantaron para recordarnos que el primer conflicto mundial que asoló Europa también comenzó en los Balcanes. Pero tampoco. La situación dista mucho de haberse resuelto y, sin embargo, el riesgo de una guerra nuclear -para muchos, la única causa que podría provocar el fin del mundo- se alejó de nuevo. 

¿Qué hay de Nostradamus y San Malaquías? 

Para justificar que se encendieran las alarmas, algunos echaron mano del pobre Nostradamus, que nunca pasa de moda. "En el año 1999, séptimo mes, del cielo llegará un gran rey del terror..." ¿Se estaba refiriendo con ese séptimo mes a julio? Y...¿hablaba del eclipse, de un cometa o de un meteorito? 
Nadie lo sabe, porque, como todas las profecías, las de Nostradamus fueron lo suficientemente ambiguas como para admitir cualquier interpretación. Pero si las profecías pretenden ser advertencias, ¿por qué no son tan claras como para que todo el mundo pueda comprenderlas? 
Otro miembro del club de los profetas muertos es el buen San Malaquías. En 1595, el monje benedictino Arnold de Wyon publicó la obra Lignum Vitae ornamentum et decus Ecclesiae, donde incluye 111 temas correspondientes a otros tantos Papas, que pasarán a la posteridad. Según ese listado, además del actual, Juan Pablo II, sólo queda por llegar un Pontífice más al trono del Vaticano, tiempo en el cual "la ciudad de las siete colinas" (¿Roma?) será destruida y el mundo juzgado". Bueno, mucho tendrían que precipitarse los acontecimientos para que el Apocalipsis suceda en este año. 

El peligro de los tres ceros. 

Por increíble que parezca, el repetido fracaso de los profetas no ha mermado la credulidad de sus seguidores. Ya en la última noche del año 999, las iglesias de Europa se encontraban llenas de fieles arrepentidos que lloraban mientras confesaban sus pecados. Muchos creyentes incluso se suicidaron. Algo mejoramos en 1999, pues que se sepa tan sólo siete personas prefirieron autoinmolarse ante los terrores suscitados por el famoso eclipse. Aún así, son demasiados. 

Seudo profetas seudo bíblicos. 

Acaso no lo habrían hecho si hubieran recordado algunas de las profecías apocalípticas más famosas que tuvieron lugar el siglo XIX. Entre ellas, la protagonizada por un pastor bautista llamado William Miller, que a partir de 1818 examina la Biblia y realiza ciertos cálculos que le llevan a predecir el regreso de Jesucristo a la Tierra, y con ello el comienzo del Juicio Final, para el 21 de marzo de 1843. Como nada sucedió, sus discípulos -que posteriormente fundarían la Iglesia Cristiana Adventista del Séptimo Día- aseguraron que en realidad, el Mesías había vuelto... pero sólo en espíritu. Parecida creencia sostuvo Charles Tazel Rusell, cuyos seguidores fundarían más tarde el grupo religioso Testigos de Jehová. Rusell demoró el terrible acontecimiento, primero hasta 1874, y después hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914. Pero él mismo murió en 1916 sin que se hubiera producido otro fin que el suyo propio. 

No hay que preocuparse. Tras los pronósticos fallidos, los profetas o sus seguidores afirman que en realidad no se anuncia el fin del mundo, sino un periodo de convulsiones y cambios de todo tipo que darán lugar al fin de nuestro mundo, tal como lo conocernos. Pero para eso no nos hacen falta adivinos. 

Los profetas ecológicos. 

Los profetas se frotan las manos cada vez que aparecen pronósticos sombríos sobre las temibles consecuencias de cualquier avance tecnológico, sea el agujero de ozono, el calentamiento global, la contaminación, la pérdida de la biodiversidad, los peligros de la energía nuclear -guerra atómica incluida-, la aplicación indiscriminada de la ingeniería gen ética. .. Y, por supuesto, el tantas veces traído y llevado Efecto 2000. 

El 2000 y las computadoras. 

Cuando lea estas líneas, ya habrá pasado más de un año desde la entrada en el año 2000. Y todos ya habremos experimentado las supuestamente catastróficas consecuencias del milenarismo moderno: el Y2K (Year 2000), capaz de paralizar los computadores del mundo entero. ¿Quién pudo creerse eso? Muchos. Así pudimos ver cómo una feria celebrada a finales del mes de septiembre de 1999 en la ciudad de Charlotte (Carolina del Norte) mostraba todo un arsenal de productos pensados para la pura y dura sobrevivencia. Y anuncios que pregonaban: "Pistolas y equipos que necesitarás para sobrevivir al Efecto 2000". Y otros: "Si tienes municiones, tendrás alimentos". No era para menos. Se hablaba de misiles nucleares que podrían salir disparados de sus silos, de centrales atómicas que fallarían dejando escapar mortífera radioactividad de bancos, hospitales, aeródromos y supermercados cuyos sistemas informáticos se volverían locos... 

En 1993, un caballero llamado Peter De Jager, escribió un artículo catastrofista titulado Doomsday. Dos años después creó una página en Internet -que llegó a tener hasta 800,000 visitantes al mes- para explicar el caos informático que se avecinaba, lo cual le valió ser llamado "El Profeta del Efecto 2000". Y todavía en 1999, el senador norteamericano Bennet, presidente del Comité Especial del Senado para el Problema Tecnológico del Año 2000, advirtió que los sectores menos r. preparados eran los de telecomunicaciones, el de salud y el"" del transporte aéreo. " ¿ Dónde pasará la Nochevieja?", le preguntó poco antes de finalizar el año un periodista a De Jager. "En un avión, -respondió-, volando de Chicago a Londres". Menos mal. Un profeta que rectificó a tiempo- 

Tu destino personal.

Bueno. De lo anterior se deduce que quizá profetizar el I futuro global de una nación o de una sociedad sea imposible. ¿Debido acaso a la complejidad resultante del gran número de personas implicadas? Si así fuera, ¿quizá sería más fácil predecir qué le sucederá a un individuo en concreto? Así lo creen muchos. Pues según afirmaba ya hace años el estudio del sociólogo Amando de Miguel, "en el conjunto de la población consultada, la mitad dice creer que el destino está escrito en alguna parte, sólo que no lo conocemos bien." Los cálculos indican que en España, por ejemplo, un país del llamado Primer Mundo, quizá haya unos 50,000 adivinos aunque ellos prefieren denominarse videntes, y un número incalculable de ellos en todo el mundo. Los métodos más populares son el tarot, la lectura de las rayas de la mano, de los posos del café o de la bola de cristal, si bien existen casi medio centenar de mancias o artes adivinatorias, algunas de ellas ciertamente originales, como las Bibliotecas del Destino mencionadas al principio. 

¿Se puede realmente adivinar el futuro? El error está implícito en la pregunta. No existe un futuro único y determinado, sino un abanico de futuros posibles que nuestras acciones crean a cada instante. Pero es que, además, si creemos en la adivinación, dejamos de creer en la libertad de cada individuo. Si, hagamos lo que hagamos, el futuro ya está escrito, ¿qué importaría actuar de una u otra forma? Claro que tampoco vale la pena preocuparse, pues hasta los videntes dicen no creer en la inexorabilidad del destino e invocan una de las frases predilectas de la astrología, que también se podría aplicar a cualquier otra forma de adivinación: "Las estrellas inclinan, pero no obligan". De modo que volvemos a estar como al principio. 

Los adivinos y la Ciencia. 

Durante muchos siglos, las supuestas capacidades de los videntes, adivinos o profetas provenían directamente de la divinidad. El siglo pasado apareció la llamada ciencia de la parapsicología, y sus estudiosos bautizaron la videncia con el nombre de precognición, palabra que pese a su aparente carácter científico tampoco explica nada sobre sus causas. Para conseguir la necesaria respetabilidad, entre 1928 y 1950 un psicólogo llamado Joseph Banks Rhine comenzó a realizar pruebas de laboratorio en la Universidad de Duke (Carolina del Norte, EE.UU.) Sus investigaciones afirmaron que sí era posible adivinar el futuro. Pero los científicos que han tratado de reproducir sus trabajos, estableciendo los protocolos adecuados y siendo muy cuidadosos, no han encontrado resultados significativos. 
Incluso el famoso físico Stephen Hawking, que en su juventud se interesó por este tipo de cosas, se encontró con esta realidad inexorable: "Muchas veces hallamos únicamente lo que deseamos encontrar". Paradójicamente, la ciencia suele ser invocada a menudo por los parapsicólogos y videntes. "Uno podría esperar -puede leerse en una enciclopedia sobre parapsicología- que fenómenos como la telepatía, la clarividencia o la precognición encontrarían ubicación en un cuerpo de teorías RC (realidad clarividente) análogo alas teorías de la relatividad y la mecánica cuántica. En el mundo de lo paranormal, la capacidad de un sensitivo para adquirir información parece independiente de los intervalos de distancia o de tiempo". 

Pues lástima, pero pese a la desesperada necesidad de encontrar puntos de apoyo, ni la relatividad ni la mecánica cuántica parecen representar una base suficiente para dar carta de verosimilitud a supuestas capacidades adivinatorias. El mismo Hawking engloba todos estos fenómenos bajo el breve y despectivo epígrafe de "toda esa basura de moda". Del mismo modo, el excepcionalmente benévolo Albert Einstein confesaba su escepticismo "con respecto a todas estas creencias y teorías", pues le parecía extremadamente raro justamente esa característica: que los fenómenos descritos pudieran ser independientes del espacio y del tiempo. 

¿Por qué los horóscopos son falsos? 

Cuando construimos un edificio, por bello que parezca, cimentado en lodo o paja, se va a derrumbar inevitablemente. Eso es lo que pasa con el mito de la Astrología, de la cual se deducen los horóscopos que vemos publicados en revistas, escuchamos en la radio y hasta son difundidos por televisión. 
El error fundamental de la Astrología radica en el concepto totalmente anticientífico de lo que son las Constelaciones. No por nada no hay ni un Astrónomo que sea Astrólogo. 

Desde siempre el hombre ha observado el cielo e intentado explicarlo. Ya los antiguos griegos sabían que la tierra era redonda y conocían la distancia y tamaño del Sol y de la Luna. Pura matemática, pura ciencia exacta. 

Pero otros, relacionando a las estrellas entre sí con una imaginación exhuberante, como cuando los niños ven figuras en las nubes, creyeron ver lo que conocemos por Constelaciones: Escorpión, Orión, las Osas Mayor y Menor, Sagitario, etc... Sin embargo, no todas las culturas vieron o imaginaron las mismas figuras, lo cual ya habla del error de aceptar las Constelaciones como tales. 

El problema científico radica en lo siguiente: 1o que vemos en una noche estrellada, como en un plano, es en realidad una simple ilusión de óptica. Las diversas estrellas de una constelación, digamos por ejemplo Orión, no tienen nada que ver entre sí, porque están a distancias muy diversas del planeta tierra o de nuestro sistema solar o hasta de nuestra Galaxia. Algunas ni siquiera son estrellas sino nebulosas o aún galaxias de millones de estrellas que vemos como un punto luminoso de tan lejos que están. 
Uno de los signos zodiacales, por ejemplo Escorpión, tiene una estrella supergigante, Antares, a una distancia de 600 años luz de la Tierra, pero otra de sus estrellas, la M7 dista 750 y la M6, 1900. O sea, no tienen ninguna relación entre sí. El concepto de Año Luz es muy útil es muy útil en Astronomía, pero se presta a una especie de engaño a nuestra mente, porque el manejar cifras como 600 o 1900, nos imaginamos distancias como si fueran kilómetros terrestres y en realidad, son distancias descomunales, inimaginables, "distancias astronómicas". Un Año Luz es la distancia que recorre la luz en un año a razón de 300,000 km. por segundo, lo que al final nos da un 93 seguido de doce ceros, es decir, 93 millones de millones de kilómetros. Para llegar en una nave espacial de la NASA a la estrella más cercana a la Tierra, la Alfa del Centauro, necesitaríamos nada menos que 1400 siglos y eso que está tan solo a 4.3 Años Luz. 

Debemos preguntarnos honestamente si algún cuerpo celeste, por grande que fuera, a una tal distancia, puede tener alguna influencia en nuestras vidas. 
Lo que es más, si creo que las diez o doce estrellas de una constelación -simple ilusión engañosa de óptica- se relacionan entre sí y además, se relacionan todas juntas con mi persona, y todavía complico la cosa con un planeta con respecto a nuestro mismo Sol, estoy armando un edificio tan absurdo y complicado como absolutamente falso. 

Hay sin embargo dos cuerpos celestes que de hecho sí influyen, no en cada persona o su destino, pero sí ciertamente en toda la humanidad que habita en la Tierra: el Sol y la Luna. El primero, para qué decirlo, dada la inclinación del eje de la tierra con respecto a la órbita en la que giramos alrededor del Sol, determina las estaciones y podemos padecer frío o calor. El Sol de invierno no calienta gran cosa que digamos. Y también, si nos exponemos a los rayos solares en verano, adquirimos un atractivo bronceado. No pasa de ahí. Pretender que en un solsticio, encaramados en una pirámide, nos llenamos de "energía" (sobretodo si llevamos un cinturón rojo) es simplemente una falacia, un sin sentido. 

La Luna, por su parte, aunque es muy pequeña, por estar tan cerca de la Tierra, (un segundo y pico en Años Luz) controla magnéticamente las mareas e inspira romances y canciones en no pocos terrícolas. Es comprensible. Pero ya los otros Planetas de nuestro sistema, están tan lejos, que su influencia magnética o de otra clase, es prácticamente nula. 

Evidentemente al partir de una teoría tan falsa -la existencia de constelaciones- todo lo demás carece de fundamento y veracidad. La prueba más fehaciente de todo esto es la incompatibilidad de los horóscopos. La tabla del 2 es válida aquí y en China, pero no hay dos horóscopos iguales para una misma persona. Regir la conducta a partir de uno de ellos, (¿con qué criterio escojo el "bueno"?) es capricho, ignorancia, inseguridad y error. 
Conclusión. 

Finalmente, debemos responder a la pregunta más importante: ¿aciertan los adivinos en sus visiones del futuro? La respuesta es sí. Igual que la gente normal y corriente, es decir, lo que sería de esperar debido al simple azar. ¿Y cuál es la forma más fácil de comprobar su ineficacia? Según la psicóloga Mercedes Quintana, miembro de la asociación escéptica ARP, "basta con que una misma persona acuda al consultorio de varios adivinos y coteje luego sus predicciones". La ARP (Alternativa Racional alas Pseudociencias) es una versión del CSICOP estadounidense (Comité para la investigación Científica de los Supuestos Fenómenos Paranormales), y tanto unos como otros han comprobado repetidamente la no validez de las pomposamente llamadas Artes Adivinatorias. 

Y es que ya lo decía la Biblia" "Si un profeta afirma que habla en nombre de Yahvé y su profecía no se cumple, es que Yahvé no ha dicho tal cosa". Amén. 

EL PASAPORTE Y LA VISA PARA LA VIDA ETERNA 

El principal elemento para el ingreso o salida de un i viajero de un País, es por supuesto, tener pasaporte, pero este no es suficiente, necesita además, la visa del país a donde va, pues sin ella no podrá entrar. Esta es una analogía sumamente importante para un católico cuando se dispone al "viaje sin retorno".

La Iglesia Católica nos extiende el pasaporte con el i agua del Bautismo, y lo revalidamos por tiempo indefinido, con el Sacramento de la Confirmación.

Pero al llegar a la "Jerusalén Celestial" se nos pedirá la "visa" y ésta solamente se puede adquirir con el total cumplimiento de la Ley de Dios, que es posible con la ayuda de los Sacramentos, el estudio y conocimiento de su Doctrina y la práctica de las Buenas Obras. 
En la EVC pensamos que la mejor de las Obras de Misericordia que podemos hacer en provecho de nuestro prójimo, es el ayudarlo en su Instrucción Religiosa.

Ayúdenos usted a la difusión de los Folletos EVC, pues es posible que la lectura de uno de ellos, sea la causa de que alguna alma se acerque a la Iglesia Católica, y consiga "pasaporte y visa".

0 comentarios:

Publicar un comentario