miércoles, 3 de diciembre de 2014

¿Estamos redimidos?




Pregunta—Jesucristo con su muerte redimió y salvó a toda la humanidad. ¿Verdad? Si todos estamos redimidos, ¿por qué seguir las normas de la moral católica?


Respuesta:

—Su pregunta es interesante y falaz al mismo tiempo. Efectivamente, hay que admitir que Jesucristo con su Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección ha hecho todo lo necesario para salvarnos. Ahora bien, la salvación —que Cristo nos ofrece— cada uno ha de recibirla desde la responsabilidad de su fe y de su conversión. 

Su pregunta plantea un concepto automático e impersonal de salvación que no parece tener en cuenta la imprescindible colaboración de nuestra libertad. «Dios que te creó sin ti —decía San Agustín— no te salvará sin ti». En teología distinguimos un doble aspecto o dimensión en la redención: la redención objetiva, realizada por Cristo una vez para siempre y a favor de todos, y la redención subjetiva, que consiste en la aceptación de esta salvación por parte de cada persona. 

Esta aceptación se manifiesta en una vida nueva en el Espíritu Santo y en la libertad de los hijos de Dios. La vida de fe produce obras de fe, el buen árbol da buenos frutos. La observancia de la ley del Señor (principio de sabiduría) forma parte constitutiva del mismo acto de la fe que implica la obediencia a Dios. Las normas morales no son normas extrínsecas a la vida de la fe, sino que son expresión de la vitalidad de la misma, particularmente para la ley moral suprema que es la caridad. Por esto se habla de la fe viva o de la fe que opera en la caridad. 

Lea, por ejemplo, las palabras de Santiago en el Nuevo Testamento: el obrar o actuar cristiano es consecuencia y expresión del ser cristiano. Hemos de tener igualmente en cuenta que hay que perseverar hasta el final. No basta con empezar bien; hay que acabar bien. Recuerde la parábola del Señor sobre aquel hombre que empezó a construir y se quedó a medio camino. Recuerde igualmente las constantes advertencias de Jesús en vista a estar vigilantes, a mantener encendidas las lámparas de la fe y de la caridad hasta la vuelta del Esposo. Sólo los que perseveren hasta el fin salvarán sus almas. Por tanto, estamos salvados, pero... todavía no del todo, porque todos debemos cooperar a nuestra salvación con temor y temblor. 

El tesoro que portamos es precioso, pero lo llevamos en vasijas de barro. Dios no deniega sus auxilios a todo aquel que los pide con humildad y pone todo de su parte para cooperar a la obra del Señor.


0 comentarios:

Publicar un comentario