miércoles, 24 de diciembre de 2014

El signo y el rito del Orden




La consagración de la persona en su totalidad a Cristo y a la Iglesia. 

Signo: Materia y Forma

El Papa Pío XII, después de una larga controversia, declaró que la materia de este sacramento era la imposición de manos. (Cfr. Dz. 2301; CIC. c. 1009 &2). Como hemos visto, desde un principio la práctica apostólica era la imposición de manos, el problema se suscitó al añadirse al rito en los siglos X, XI, XII, la entrega de los instrumentos - cáliz, patena, Evangelios etc. – a la usanza de las costumbres civiles romanas. Pero, en este sacramento, a diferencia de los otros, el efecto no depende de lo que tenga el ministro, sino que se comunica una fuerza espiritual que viene de Dios. De ahí que la fuerza de la materia está en el ministro y no en una cosa material. Pío XII aclaró - de manera rotunda - que estos instrumentos no eran necesarios para la validez del sacramento.

La forma es la oración consecratoria que los libros litúrgicos prescriben para cada grado. (CIC. c. 1009 & 2). Esta es diferente para cada grado del sacramento. Es decir, son diferentes para el episcapado, para el presbiterado y para el diaconado.

Rito y Celebración

La celebración del Sacramento del Orden, ya sea, para un obispo, para el presbiterado o para el diaconado, tendrá lugar, de preferencia en domingo y en la catedral del lugar. El lugar propio para ello es dentro de la Eucaristía.

El rito esencial del sacramento está constituido, para los tres grados, por la “imposición de las manos” del Obispo sobre la cabeza del ordenado, así como una “oración consagratoria específica” en la que se le pide a Dios “la efusión del Espíritu Santo y de sus dones apropiados a cada ministerio, para el cual el candidato es ordenado”. 

Como todo sacramento, existen ritos complementarios en la celebración. Así, al obispo y al presbítero se le unge con el Santo Crisma, como signo de la unción especial del Espíritu Santo que se hace fecundo en su ministerio. Al obispo se le entrega el libro de los Evangelios, el anillo, la mitra y el báculo. Al presbítero se le entregan la patena y el cáliz, los Evangelios. Al diácono se le entrega el libro de los Evangelios.

En las tres consagraciones, la unción significa la consagración de la persona en su totalidad a Cristo y a la Iglesia.


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