jueves, 11 de diciembre de 2014

Funerales Judios


La religión judía provee un acercamiento estructurado hacia el duelo que se divide en cinco etapas:

La Primer Etapa: La Aninut

Este es el período entre la muerte y el entierro, cuando la desesperación es más intensa. En este momento, quien está de duelo, está exento de todos los requerimientos religiosos más importantes en reconocimiento a su confusión mental. 

La Segunda Etapa: La Lamentación

El período consiste en los primeros tres días que suceden al entierro, días dedicados al llanto y la lamentación. Durante este tiempo, el enlutado no debe responder inclusive a saludos y debe permanecer en su hogar (exceptuando en ciertas circunstancias).

Es un tiempo en el cual el enlutado todavía esta muy desalentado y la herida está aún muy fresca, y es por eso que es todavía muy temprano para consolarlo. Durante este tiempo el enlutado permanece en su casa, expresando su dolor vistiendo ropas rasgadas, sentándose en un lugar bajo, usando sandalias, absteniéndose de rasurarse, no arreglándose y recitando el kadish. 

La Tercer Etapa: La Shivá

Esta etapa cubre los siete días que suceden al entierro, e incluyen el período de tres días de lamentación que recordamos anteriormente. Durante este tiempo, el enlutado sale de una fase de intenso dolor y empieza una etapa en la cual su estado de ánimo está ya preparado para hablar de su pérdida y aceptar el consuelo de sus familiares y vecinos.

El mundo se agranda para el enlutado. Continúa sin rasurarse, usando ropa rasgada, y llevando a cabo las distintas costumbres de la segunda fase, sin embargo él puede relacionarse con las personas que vienen a su casa a expresarle empatía por su dolor.

Una obligación muy sagrada que obliga a cada judío - sin importar la relación que tengan con el difunto o con los familiares - es ir a consolar a quienes están de duelo. De acuerdo con la ley, ellos son: el padre, la madre, la esposa o el esposo, el hijo, la hija (casada o soltera), el hermano y la hermana (medio hermano o hermana) del difunto.

Para el judaísmo, tener compasión por medio del consuelo es considerado una mitzvá, que para muchos es una obligación bíblica. La persona tiene la obligación de imitar a D-os: así como D-os reconforta a los afligidos, asimismo, la persona debe hacerlo. 

El propósito fundamental de la condolencia durante la shivá es aliviar al enlutado de su intolerable carga de intensa soledad. En ningún otro momento de su vida el ser humano necesita tanta compañía como en este período de su vida. 

La impresión que sintió ante la muerte de su familiar empieza a desvanecerse. El aislamiento del mundo y de la gente empieza a disminuir y de alguna manera todo comienza a regresar a la normalidad para el deudo. 

La Cuarta Etapa: Los Sheloshim

Este período consiste en los treinta días (incluyendo los 7 días de shivá) posteriores al entierro. El enlutado está obligado a salir de su casa después de la shivá reincorporándose lentamente a la sociedad, pero siempre recordando que no ha pasado suficiente tiempo como para llevar una vida social absolutamente normal y plena.

Rasurarse y cortarse el pelo todavía está prohibido para él, así como cortarse las uñas y lavarse el cuerpo por placer, aunque por limpieza está permitido lavarse el cuerpo.

La Quinta Etapa: Un Año de Duelo

Después de los sheloshim, comienza la quinta etapa: el período de 12 meses desde el día del entierro. En esta etapa las cosas comienzan a regresar a la normalidad y el trabajo a su rutina, pero los sentimiento internos del enlutado siguen estando heridos por la ruptura de la relación con el ser querido.

Durante este período de los doce meses el enlutado tiene prohibido participar de fiestas, tanto públicas como privadas. Su participación en estas reuniones, simplemente no es congruente con la depresión y la tristeza que el enlutado siente durante este año. Es absurdo para el enlutado bailar alegremente después de que su ser querido ha fallecido recientemente.

Es por eso que los Sabios decretaron que así como la separación de la vida social debe durar una semana, la separación de ocasiones de alegría y regocijo para una persona que ha perdido a su padre o a su madre es de un año de duración. Sin embargo, para una persona que ha perdido alguno de los familiares cercanos recordados anteriormente (excluyendo a la madre y al padre) el período de abstención de situaciones de alegría sólo dura treinta días. La alegría, en términos de la tradición del período de duelo, está íntimamente relacionada con eventos públicos y sociales, más que con satisfacciones personales.

Al finalizar el año de duelo, el enlutado debe recordar a su ser querido en izkor o en su ior-tzait (aniversario de fallecimiento). De hecho, la tradición judía reprueba a la persona que desea seguir su duelo después del período.

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