martes, 2 de diciembre de 2014

Doctrina



La Iglesia, desde sus primeros días en Jerusalén, con frecuencia ha hallado necesario definir ciertas doctrinas para clarificar la enseñanza o para zanjar disputas. Ninguna de estas aclaraciones contradice las Escrituras, por el contrario las confirman y clarifican tal como los apóstoles lo hicieron en su tiempo.



Hechos 15 — Los delegados, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía donde convocaron a la asamblea y le entregaron la carta. Esta fue leída y todos se alegraron por el aliento que les daba. Judas y Silas, que eran profetas, exhortaron a sus hermanos y los confirmaron, hablándoles largamente. Al cabo de un tiempo, los hermanos los enviaron nuevamente a la comunidad que los había delegado, despidiéndolos en paz. Pablo y Bernabé permanecieron en Antioquía, enseñando y anunciando la Buena Noticia de la Palabra del Señor, junto con muchos otros. La separación de Pablo y Bernabé. Algún tiempo después, Pablo dijo a Bernabé: "Volvamos a visitar a los hermanos que están en las ciudades donde ya hemos anunciado la Palabra del Señor, para ver cómo se encuentran". Bernabé quería llevar consigo también a Juan, llamado Marcos. Pero Pablo consideraba que no debía llevar a quien los había abandonado cuando estaban en Panfilia y no había trabajado con ellos. La discusión fue tan viva que terminaron por separarse; Bernabé, llevando consigo a Marcos, se embarcó rumbo a Chipre. Pablo, por su parte, eligió por compañero a Silas y partió, encomendado por sus hermanos a la gracia del Señor. Así atravesó la Siria y la Cilicia, confirmando a las comunidades.

San Pablo y San Bernabé llevan los dogmas de la Iglesia—tal como los ha definido el Concilio de Jerusalén—a Antioquía. Nótese que ellos no se ven obligados a justificar dichos dogmas apelando a las Escrituras. La autoridad apostólica es suficiente para afirmar los dogmas.

Hechos 16, 4 — Conforme iban visitando las ciudades, recomendaban a los fieles la observancia de los decretos acordados por los apóstoles y los presbíteros, que residían en Jerusalén.

San Pablo y San Timoteo llevaron los dogmas de la Iglesia temprana al mundo. Aparentemente, no creían que todos los cristianos pudieran recibir la verdad luego de una lectura espontánea de las Escrituras. Por el contrario, creyeron necesario instruir a los fieles en lo concerniente a estas verdades de la misma manera que la Iglesia instruye a los fieles de hoy dia.

Muchas personas ponen objeciones a la idea de que las doctrinas sean definidas por una autoridad espiritual, pensando que es una intrusión en la vida espiritual de los fieles. Estas personas anhelan una versión uniforme y simplificada de cristianismo, expresándolo más o menos así: "Jesús nos ama y sólo quiere que nos amemos los unos a los otros." Sin embargo tal cosa es imposible, desde el momento en que cada verdad de la fe genera otras inquietudes y preguntas, como ser: "¿Quién es Jesús?" o "¿Por qué nos ama?" o "¿Qué significa realmente amar a otro ser humano?" Jesús pareciera reconocer el dilema humano de no saber en qué creer. Cuando habla con la mujer samaritana a la vera del pozo de Jacob y le dice: "Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, ya que la salvación se origina en los judíos". (Juan 4, 22). Es mejor adorar lo que uno conoce, siguiendo el consejo de Cristo.


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