Dios hizo a Adán y a Eva, no a Adán y a Steve.
Hace no mucho, concretamente el domingo de Pentecostés, la noticia de que el arzobispo de Sydney, George Pell, negó la Comunión a un grupo de activistas homosexuales y lesbianas declarados (miembros del movimiento Rainbow Sash), acaparó la atención de los medios de comunicación australianos.
A raíz de esto el prelado publicó un comunicado sobre el tema, mismo que se resume a continuación para entender mejor la postura de la Iglesia.
«Aunque acepto que haya personas que puedan tener un punto de vista sobre la adecuada expresión de su vida e identidad sexual que difiera de las enseñanzas de la Iglesia, rechazo profundamente que tales personas -que profesan la fe católica- escojan para montar una demostración ideológica la Misa, y especialmente el momento de la Comunión. Esto es inapropiado. Recibir el sacramento es la expresión última de nuestra fe católica, algo profundamente personal entre el que comulga y Dios Todopoderoso. Una comunión indigna, hecha a sabiendas, es un tema serio.
«No se trata de rechazar a los homosexuales o a quien tenga una orientación homosexual. La orientación sexual es moralmente irrelevante. La regla es básicamente la misma para todos los católicos.
«Una persona que públicamente se define a sí misma, en un momento dado, apoyando o practicando actividades contrarias a la enseñanza de la Iglesia en materias serias no tiene derecho a recibir la Sagrada Comunión. Esto se aplicaría, por ejemplo, a la persona casada que viviera abiertamente o defendiera el adulterio. Del mismo modo, las personas que declaran abiertamente que los homosexuales activos deberían ser capaces de recibir la Comunión toman una postura que es contraria a la enseñanza y disciplina de la Iglesia universal.
«Una persona que no es miembro de la Iglesia católica no tiene derecho a la Comunión católica, salvo en circunstancias excepcionales.
«He explicado muchas veces con anterioridad cuál es el punto de vista de la Iglesia sobre la sexualidad. Es claro e inequívoco, y deriva de la ley moral natural, que consideramos inmutable. Esta ley moral gobierna a todas las personas de cualquier parte, de la misma forma, sean cuales sean las circunstancias en las que vivan. Dios hizo a Adán y Eva, no a Adán y Steve, y de esto se derivan importantes consecuencias.
«Nuestra tradición religiosa judeo-cristiana permite que hombres y mujeres se expresen sexualmente dentro de los límites de la vida familiar, una sexualidad que es dar vida. Los actos homosexuales son contrarios a la ley natural; cierran el acto sexual al don de la vida. Estas enseñanzas vienen dadas desde nuestro punto de vista cristiano.
«Aunque la debilidad humana es universal y la misericordia de Dios infinita, el camino hacia la felicidad y hacia el Cielo para un católico no puede falsearse buscando reinterpretar lo que está bien y lo que está mal. Más bien, se debería confiar, de buena fe, en la Iglesia y en sus enseñanzas y buscar seguir estas enseñanzas de la mejor manera posible».
(Fuente: ZENIT.ORG)
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