Etimológicamente
llegamos pronto al fondo de esta palabra: está formada THEOS (zeós), que junto
con Dóminus (El Señor) pasó a convertirse de nombre común que era, en el nombre
propio de Dios; y -logía, derivado de LOGOS (lógos), que significa estudio,
tratado, conocimiento, especialidad; análogo a tantas decenas de palabras
referentes a carreras y profesiones que acaban en -logía. Así, por analogía con
las palabras construidas según la misma fórmula, hay que entender por teología
en primer lugar el estudio, la especialidad universitaria que versa sobre Dios,
y luego el ejercicio de esa especialidad. Teólogo sería el que aplica los
conocimientos de esta carrera a su profesión de "cura de almas" o
simplemente "cura", del mismo modo que el oftalmólogo aplica los
conocimientos de la oftalmología a su profesión de "curador" de ojos.
Léxicamente el teólogo es anterior a la teología: en efecto, se conoce por
ZELOGOI (zeológoi) en la historia de la filosofía, a los poetas que como
Hesíodo y Orfeo precedieron a los primeros filósofos jonios; incluso a éstos
extendía Aristóteles la calificación de teólogos. Tienen éstos en común, que
explican el mundo como obra de los dioses, o que asignan carácter divino a los
principios de los que surge o sobre los que se forma el mundo. Y lo hacen
siempre de forma poética, sin obligarse a ningún rigor científico.
Desde el momento en que el cristiano puede encontrar a Dios hasta en las
cacerolas, que decía Santa Teresa, se hace difícil definir (ponerle fronteras y
límites) a la teología; porque en un sistema teocéntrico es muy difícil que
algo esté fuera de Dios. Del mismo modo que en el sistema solar es legítimo ver
los planetas como elementos del mismo sol (como lo son los electrones del
átomo) sumergidos en él, pero no en su núcleo que no lo resistiríamos, sino en
su aura luminosa, del mismo modo en cuanto Dios atrae e ilumina todo lo que
existe, en especial la actividad del cristiano, es difícil saber dónde termina
Dios y dónde empieza el hombre, que se postula también como centro del
universo. Para describir la teología, lo más práctico es enumerar los adjetivos
con que se acompaña. Está claro que la teología dogmática se ocupa
preferentemente de Dios (hay en ella muchas cosas que atañen al hombre); en
cambio la teología moral se ocupa del hombre, del comportamiento humano según
los preceptos de Dios. He ahí, pues, al hombre ocupando un espacio importante
en la ciencia de Dios. A partir de esta primera división de la teología, que no
está toda ella ocupada por Dios, ni mucho menos, se dan otras divisiones y
especialidades, como pastoral, litúrgica (en el ámbito de los conocimientos
prácticos); natural, filosófica, especulativa, escolástica, revelada, positiva
(en el orden de los conocimientos teóricos); ascética y mística (desde el punto
de vista de las vivencias personales). Como definición globalizadora, un poco
en el orden de la profesión de fe musulmana (Alá es Alá, y Mahoma su profeta),
hay que asentar como gran pilar de la teología cristiana, que Dios es primer
principio y último fin de todas las cosas (el Alfa y la Omega), en especial del
hombre, y que incumbe a la teología revelada determinar de qué modo accederá el
hombre a ese fin. A partir de aquí, o se hace un desarrollo de este principio,
para conocer el alcance de la teología, o nos quedamos en la fe del carbonero;
porque es explicarlo todo, absolutamente todo, a través de este prisma.
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